domingo, 25 de noviembre de 2012

El silencio elocuente de Mo Yan

Por Juan José García Posada


Es la sutileza, es la finura en la descripción de los detalles de apariencia irrelevante que se tornan trascendentes y es también la transparencia de las ideas lo que más me ha impresionado, en algunos instantes hasta quedar conmovido, del estilo del escritor chino Mo Yan, quien el 10 de diciembre recibirá el Premio Nobel de Literatura que se le otorgó hace un mes.

Varias de las obras de Mo Yan están en Medellín desde hace una semana. Hablo de La república del vino, Las baladas del ajo, La vida y la muerte me están desgastando, Shifu harías cualquier cosa por divertirte y Grandes pechos amplias caderas. Ya había visto en internet, el día de la proclamación por el jurado del Nobel, otra novela, también traducida al español, que se titula Sorgo rojo. Escogí, para avanzar en el conocimiento de este personaje, Shifu harías cualquier cosa por divertirte. Shifu es algo así como maestro. Es una selección de relatos que tienen la magia y el encanto no sólo de la buena literatura, sino, sobre todo, de una literatura que sigue conservando su inmenso exotismo. Es, por así decirlo, de otro mundo, de otra dimensión de la condición humana, de otro modo de sentir, pensar y mirar el cosmos, la sociedad y a los demás. Al leer a Mo Yan (como también cuando leía a Lin Yutang y a Gao Xingjiang) he experimentado una sensación comparable a la del paso de Occidente a Oriente, cuando el avión de China Air se elevó de Anchorage, en el Círculo Polar Ártico, con rumbo al Asia y en particular a China. Leer autores clásicos chinos es viajar a un mundo distinto.

Esta selección de ocho relatos de Mo Yan y muy en especial el testimonio personalísimo del escritor en las páginas introductorias, confirman el hallazgo de un lenguaje prodigioso, al que no estamos acostumbrados en el ámbito bibliográfico y literario nuestro, por más que se haya dicho, creo que muy a la ligera, que Mo Yan refleja un modo de realismo mágico y que habría tenido influencia de García Márquez, tal vez porque en algunos de sus escritos salen personajes volando, como si esto fuera suficiente para identificar una plena analogía con Cien años de soledad. Pienso que estas son conjeturas que no están conectadas con lo real. Lo mágico no estaría en la fabulación, sino en la rareza embrujadora del lenguaje.

Mo Yan revela una sencillez y una honradez intelectual que impactan. Es ajeno al fingimiento, como cuando declara que su vocación de escritor se despertó con el hambre de los tiempos de su infancia. Este solo fragmento es elocuente: "En la primavera de 1961 entregaron un montón de carbón brillante a mi escuela de primaria. Nosotros vivíamos tan ajenos a la realidad que no sabíamos qué era. Pero uno de los niños más listos cogió un trocito y comenzó a devorarlo. La expresión de éxtasis de su cara significaba que eso debía estar rico, así que nos lanzamos sobre él, agarrando unos cuantos pedazos y empezamos a devorarlos. Cuanto más comía mejor sabía esta cosa. Hasta que ya se convertía en algo absolutamente delicioso. Entonces varios adultos del pueblo que estaban mirándonos se acercaron para comprobar qué estábamos comiendo con semejante placer, y se unieron a nosotros... Hacíamos muchísimas cosas divertidas. En el primer puesto de la lista estaba comer cosas que nunca antes habíamos pensado que fuera comida".

Es natural que haya afinidades, para nosotros los lectores occidentales, entre el nuevo Premio Nobel Mo Yan y el escritor también chino Gao Xingjiang, quien obtuvo el premio en el año 2000. Afinidades de índole literaria, como también de carácter político. Recuerdo que Gao Xingjiang tuvo en su momento la condición de disidente. Desde cuando su obra empezó a ser vetada por el régimen chino comenzó a caer en desgracia. Viajó a Francia, donde creo que todavía vive. Su obra maestra, la novela La montaña del alma (publicada en 1990) revela ese afán de libertad que también se vislumbra en las obras de Mo Yan. A propósito, recuerdo que Mo Yan es el seudónimo adoptado por el autor para acoger la recomendación de su madre de que no hablara tanto: Mo Yan significa No hables. La obra de Mo Yan es una puerta dimensional hacia la creación de un autor que encarna la reclamación del derecho a la palabra dicha y escrita. Lo que he leído hasta ahora de Mo Yan me confirma que evidencia un potente componente crítico: Tiene las características de perspicaz versión metafórica de un sistema totalitario, con sus injusticias, aberraciones e inhumanidades.

Pero estas afirmaciones para recomendarles la lectura del Nobel chino a los buenos lectores y a los oyentes del Coloquio de los Libros por Radio Bolivariana, carecerían de respaldo si no fuera porque la traducción, para quienes nada entendemos de su idioma original, es impecable y ofrece indicios suficientes para considerarla fidedigna. La ha hecho la española Cora Tiedra García, para estas ediciones de la Editorial Kailas. La obra de Mo Yan es lo máximo en los días actuales, cuando nos alistamos para saludar una temporada de grata lectura.

Leído en el programa semanal Coloquio de los Libros, por Radio Bolivariana, el sábado 24 de noviembre de 2012.


viernes, 5 de octubre de 2012


CIUDAD GÓTICA, UNA
METÁFORA DE MEDELLÍN

Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA

El miedo que está afectando a muchísimos habitantes de Medellín, por la inseguridad ambiental y hasta por la agresividad que desata un partido de fútbol que debería ser una fiesta, se parece, guardadas las proporciones, al de los conciudadanos de Batman en la pavorosa Ciudad Gótica de la película más reciente del superhéroe.

El colmo del deterioro de la vida urbana es la arremetida frecuente de las minorías de hinchas furibundos que suelen apoderarse del sector circundante de la unidad deportiva Atanasio Girardot, antes un vividero ideal y ahora un espacio insoportable para el vecindario, que protesta con razón por lo que nunca se imaginó que iría a protestar.

Esa invasión intimidatoria de hordas de aficionados en las tardes y noches futboleras por los contornos del Estadio, es un síntoma insólito de alteración de la convivencia. El deporte no debería ser detonante del fanatismo sino generador de civilidad. No hay derecho a que se confunda con realidades tan graves como la proliferación de combos aguerridos y la expansión de la delincuencia común en el centro y los barrios.

Si no puede evitarse ni controlarse el miedo de la gente a quedar dominada por fuerzas criminales, la calidad de vida de una ciudad es una falacia, así el desarrollo material sea imparable. El miedo impide relacionarse con los demás, encontrarse en el espacio público, andar sin sospechas de agresión, dejar de sentirse forastero en el paisaje familiar que representa la patria original.

Es obvio que la interpretación de los problemas urbanos sea fundamental. Hay valiosos estudios y reflexiones sobre Medellín. Líderes sociales, universitarios y periodistas debemos comprender esta ciudad complejísima y colmada de contrastes. Pongo como ejemplo de trabajo serio y consecuente el primer título de la Colección Hermenéutica Urbana, que hemos creado en la UPB y presentamos en la Fiesta del Libro, del cual es compilador el arquitecto Ignacio René Uribe López, con un competente equipo interdisciplinario.

Pero las soluciones debe aplicarlas el gobierno local. Debe demostrar presencia eficaz de la autoridad y realizaciones por el bien común. La alarmante falta de equidad es uno de los factores de inseguridad e inestabilidad. ¿Se olvidaron los compromisos éticos de construir un modelo de solidaridad y justicia social? Es inconcebible que no se aprenda del tesoro de los errores, la violencia siga extendiéndose, la desigualdad se agudice y Medellín muestre una tasa ascendente de desempleo del 13.3%, superior a la del país, del 10.5%.

No renuncio al realismo optimista. A pesar de las evidencias rutinarias, pienso que Ciudad Gótica es sólo metáfora transitoria y no figuración definitiva de nuestra ciudad. Ojalá no acabemos conformándonos con la ilusión de que sólo el poder de Batman nos ayudará a botar lejísimos el miedo circundante.


martes, 25 de septiembre de 2012

La política será ética o no será

LA POLÍTICA SERÁ

ÉTICA O NO SERÁ

Por Juan José García Posada


Editorial de la revista Analecta Política,
 de la Facultad de Ciencias Políticas de la UPB.

En emisión reciente del programa En rojo y negro, que la Universidad Pontificia Bolivariana realiza en el canal Televida, profesores de diferentes áreas del saber fuimos invitados a exponer opiniones sobre las relaciones entre la ética y la política. Hay una cuestión nuclear cuando se afronta este asunto: ¿Es posible que el obrar ético le infunda credibilidad y transparencia a la acción política? No es una pregunta de fácil respuesta, ni en Colombia ni en países que aventajan al nuestro en materia de cultura política y organización democrática, pero en los cuales también se verifican episodios escandalosos, denotativos de falta de coherencia entre el deber ser y la realidad cuando se trata de la administración y el control del poder y los poderes públicos.

La clase política no sólo tiene mala prensa, como suele decirse, sino que también aparece en un grado muy inferior en diversas encuestas nacionales y mundiales sobre transparencia, credibilidad y confiabilidad. Es recurrente la invocación de la antigua idea según la cual la política y el poder forman una maquinaria infernal milenaria, arrasadora e implacable. De ahí se ha desprendido cierta creencia generalizada en que no es posible encontrar sobre el planeta a un solo hombre justo, a un solo político impoluto y libre de sospecha. A Maquiavelo se le atribuye la justificación de los medios, sean cuales fueren, con tal de obtener los fines que se persigan. Las costumbres abyectas, la proclividad de no pocos políticos a reproducir comportamientos reñidos con los valores, las pruebas reunidas día tras día en las noticias que difunden los medios informativos sobre actuaciones turbias de representantes elegidos por votación popular, funcionarios o líderes de partidos y movimientos, estarían confirmando la veracidad de tales presunciones.

¿Pero acaso es imposible desplegar estrategias y tácticas depurativas de la política? ¿La dignificación de una actividad que desde los comienzos de la historia de la sociedad ha sido inseparable de la condición humana es acaso una causa perdida? ¿El hombre como animal político (sean cuales fueren su rol, su notoriedad o su rango en la jerarquía del actuar político), en definitiva es incapaz de comportarse conforme con normas fundamentales de veracidad, equidad y altruismo y ha de ser, de modo inexorable, un sujeto protervo en tanto y cuanto se contamine del virus corruptor de la política, en mayor o menor grado? ¿No puede refutarse con hechos y realizaciones la diatriba de San Agustín contra los políticos, a los que sindicaba de ser piratas y asaltantes de la cosa pública?

Todas las actividades humanas pueden ser tachadas cuando se les hace un escrutinio más o menos riguroso y se ponen en la balanza sus errores y aciertos. No hay sobre la esfera terrestre una sola profesión, un solo oficio, público o privado, que en determinadas circunstancias no tengan su hora de tinieblas. Pero es la política, por su carácter envolvente y porque atraviesa todos los intereses humanos y sociales, la que está llamada a cargar con la mayor parte del peso de la culpa cuando se pretende criticar su eticidad. La conducta de los políticos puede producir inmenso beneficio general, pero también puede ocasionar daños monstruosos e irreparables en la sociedad. Un error político puede causar pérdida de vidas humanas, desequilibrios insuperables en el funcionamiento de pueblos enteros, dilapidación de dineros y recursos de la comunidad, injusticia, indignación y perjuicios directos o colaterales de magnitudes descomunales.
El carácter público de la política es lo que marca el altísimo riesgo inherente al actuar u omitir de políticos y funcionarios y lo escandaloso de la apropiación indebida de bienes, servicios y recursos que han sido reunidos gracias al trabajo, el esfuerzo y la confianza de los asociados, como contribuyentes del régimen tributario, como usuarios y clientes y como ciudadanos que generan cuotas de riqueza y bienestar y tienen derecho a esperar del Estado y quienes lo dirigen una reciprocidad proporcional a sus aportaciones, convertida en soluciones eficaces para los diversos problemas comunes.

En líneas generales, en el programa de televisión referido se trató con ponderación sobre las responsabilidades, los alcances y limitaciones y las perspectivas éticas de la política y los políticos. La política sí puede estar orientada con base en unos mínimos éticos. No sería razonable una ética de máximos, integrista y por consiguiente imposible para seres humanos. Asumir una actitud de optimismo realista, que venza el catastrofismo y el casandrismo propios de los profetas de desastres, es una opción razonable frente a este asunto capital.

No obstante, el mejoramiento cualitativo de la política y los políticos no pueden lograrse por inercia ni con la repetición ingenua de buenos consejos. Es pertinente pensar, en primer término, en la fuerza vinculante y si se quiere coercitiva de los pactos éticos y acuerdos sobre las cuestiones fundamentales, que reúnan a todos aquellos que, sean cuales fueren sus credos ideológicos, tendencias y matices, estén decididos a comprometerse con propósitos esenciales de búsqueda del bien común y a proscribir en forma radical cualquier conato de aprovechamiento de lo público en beneficio particular.

Se propone un giro ético, mediante el cual el político, en su condición de ciudadano y de miembro de una colectividad partidista, le sirva a un proyecto realizable y no al contrario como ha venido sucediendo en gran parte de los casos. Un proyecto que esté iluminado por la ética no sólo en los propósitos sino también en los objetivos, los métodos y los resultados. Ese proyecto debe consultar expectativas, reclamos y requerimientos de la gente, que necesita organizar instrumentos de control social por medio de los cuales y con el respaldo de los medios periodísticos interpele en forma constante a los mandatarios o aspirantes a serlo y reclamen el cumplimiento de sus responsabilidades, para aplicarles los reconocimientos o las sanciones condignas y evitar la reincidencia fatal en la elección de los mismos con las mismas. De la insistencia en la necesidad de institucionalizar en realidad los partidos y movimientos y dignificar en forma efectiva y creíble la política mediante un marco normativo jurídico y ético de obligatorio cumplimiento, de la asunción de los deberes sociales por los políticos, del trabajo educativo y formativo que efectúen la Universidad y el Periodismo como fuentes de cultura y de la aparición de una generación de relevo que merezca la confianza, la credibilidad y el respaldo general, puede surgir con el paso del tiempo, aunque no se vislumbre en el porvenir inmediato, una nueva clase política respetable y digna de contribuir a la consolidación de la sociedad abierta y democrática. En parafraseo de quienes han advertido que el Siglo Veintiuno será ético o no será, podemos concluir que la política será ética o desaparecerá del escenario social.