lunes, 7 de mayo de 2018

A MIS COLEGAS ESTUDIANTES


Mensaje a mis colegas estudiantes de Periodismo de Opinión
En este curso, en el cual debo reconocer la profesionalidad y el criterio responsable con que ustedes han participado en las reflexiones y actividades programadas desde el comienzo del semestre, pueden faltar algunos elementos que podrían considerarse interesantes, pero lo que no puede quedar al margen es la incorporación de la ética, en particular en relación con el ejercicio del Periodismo de Opinión o Argumentativo.
Por supuesto que este no es un curso de ética profesional. No obstante, de tiempo atrás hemos convenido en la Facultad que en cada una de las materias profesionales se incluyan componentes éticos, para el necesario conocimiento de este aspecto esencial de la cultura profesional y para la identificación de orientaciones que aporten claves de solución a problemas y dilemas como los que se nos plantean día tras día en el trabajo periodístico.
Por consiguiente, hoy dedicaremos parte de la sesión presencial a conversar sobre una faceta principal de la ética del periodista de opinión. Hablo del tema ineludible del colegaje, por cierto muy venido a menos en las deliberaciones de los periodistas. En sesiones anteriores hemos tratado, así sea de paso, acerca de otros aspectos de la ética en el campo de la opinión: Las condiciones del columnista, el Decálogo de Cela, las recomendaciones de Popper, etc. Hoy nos detenemos en el vacío de colegaje que nos corresponde resolver desde el propio ámbito universitario. Es aquí, en las relaciones cotidianas con estudiantes, profesores, miembros de la comunidad administrativa, egresados e integrantes de los demás estamentos universitarios, así como también con los sectores del público vinculados con nuestro trabajo, donde es preciso acreditar unas convicciones y unas actitudes éticas resaltadas por la capacidad de ser buenos colegas, básica para demostrar la bonhomía, la calidad humana, la condición de buenas personas que, en términos sencillos, recomiendan Kapuscinski y otros maestros del periodismo.
Quiero que tengan muy presente esta recomendación: Ya muy pronto, cuando ustedes lleguen a un medio de comunicación, a una empresa, por supuesto que valdrá el puntaje que obtengan en cuestión de capacidades y competencias. Los saberes acumulados, las experiencias exitosas, tienen que ser justipreciados. Pero hoy en día hay una tendencia bienvenida que está abriéndose paso en el medio y los medios: Aquí necesitamos, primero que todo, profesionales dotados de una calidad humana excelente, personas caracterizadas por la bonhomía. En pocas palabras, buenas personas. Buenas personas y buenos colegas, buenos compañeros.
¿Qué es el colegaje? Por extrañas razones, esta palabra no aparece en el Diccionario, pero sí está colega, en la acepción de compañero en un colegio, en una corporación o en un ejercicio. Hay una afinidad obvia entre colegaje y compañerismo.
El compañerismo es el vínculo que existe entre compañeros, así como también la armonía y la buena correspondencia, también entre compañeros. Aunque a veces no lo parezca, si estamos comprometidos con una misma cultura profesional nos vincula la condición de colegas, de compañeros. Más todavía, así algunos no lo reconozcan, en el ejercicio de las tareas docentes y discentes, profesorales y estudiantiles, debe darse esa relación de compañerismo, equivalente a la de colegaje. Estudiantes y profesores somos, ante todo, compañeros. Somos, ante todo, colegas. Y como tales reconocemos unos deberes y unos derechos que nos relacionan y que fortalecen nuestra cultura profesional.
En varios códigos de ética del periodismo está grabado el colegaje como un requisito esencial. Voy a citar en seguida algunos:
“Observar en todo tiempo las obligaciones de fraternidad con los colegas y en ninguna ocasión tomar ventaja injusta e impropia sobre ellos”.
Código de la Asociación de Periodistas de Australia.
“El reconocimiento de la solidaridad profesional debe inspirar a todo periodista una real consideración y entrega a cada uno de sus compañeros.
La confraternidad prohíbe el hacer daño a cualquier miembro de la profesión tanto en sus intereses materiales como morales”.
Código de ética Profesional de los Periodistas Belgas.
“Los periodistas deben ser siempre conscientes de los deberes para con sus compañeros de profesión y no deben pretender privar a estos periodistas de su sustento de vida por medios injustos.
El alcance de las controversias personales en la prensa, en la que el interés público no está implicado, debe ser considerado como algo negativo”.
Código de la Unión Birmana de Prensa.
“El periodista respeta a sus colegas y adopta siempre para con ellos, aunque sean sus adversarios políticos, una actitud propia de colegas que le dicta la solidaridad profesional”.
Carta de los derechos de los periodistas canadienses.
“El periodista no debe referirse a otro periodista en términos deshonrosos a su calidad profesional ni con alusiones destinadas a menoscabar su calidad de tal”.
Carta de ética periodística. Chile.

Cuando comencé mi trabajo docente en esta Facultad, hace ya 46 años (y me honra considerarme el profesor activo más antiguo de esta unidad docente), desde la primera clase traté a mis primeros alumnos, en forma espontánea y sin pensarlo dos veces, como colegas. Formábamos parte de una misma generación con apenas una diferencia de uno o dos años de edad. Lanzábamos la vista hacia unos mismos horizontes y hablábamos un mismo lenguaje. Compartíamos la pertenencia a una comunidad que estaba irrumpiendo en el entorno periodístico y comunicacional, que estaba empezando a abrir camino para la aplicación de nuevos criterios profesionales elaborados en el laboratorio de las ideas, las innovaciones y las transformaciones del campo universitario. Mis primeros alumnos eran colegas, con los que, además, seguí encontrándome pocos meses o años después en las salas de redacción o en cuantos espacios y tiempos en los que nos repartíamos funciones dentro del duro y arriscado trabajo diario. Y fueron pasando los semestres e incluso las generaciones y siempre esa condición de colegas la he afirmado y se ha afirmado, hasta el presente. Colegas excelentes, egresados de esta Facultad, los hay en una larga lista en la región, el país y el exterior, dando ejemplo de calidad humana y profesional.
Es cierto que nos separan a ustedes y a mí algunos años, podría decir que ya casi medio siglo en algunos casos. Pero he creído, con Sabato y otros autores, que la edad es una estación del alma y se puede ser joven, maduro, viejo o anciano de acuerdo con la disposición intelectual, espiritual y anímica, no tanto con el mayor o menor número de canas y arrugas. El invierno, la primavera, el verano y el otoño se suceden en una continua alternancia. Más todavía, en el trabajo intelectual abundan los ejemplos de viejos juveniles, que van aproximándose al siglo y siguen exhibiendo una voluntad y una disposición que envidiarían no pocos jóvenes o adultos.
Y la vivencia diaria en el medio universitario, siempre lo he sostenido sin que se me haya desmentido, tiene una fuerza palingenésica: Valga decir, rejuvenece, renueva, mantiene la energía, las ganas, la voluntad y el espíritu emprendedor e innovador que se respira en el aire del campus y que inspira en la relación con quienes empiezan a asomarse a nuestra misma profesión. Muchos me enaltecen con la denominación de Maestro. Les he pedido que prefieran decirme colega, porque así tendré la certidumbre, que me resisto a catalogar como ilusión o imposible, de que no envejeceré, rejuveneceré cada nuevo día mientras pueda y seguiré atento a los más avanzados desarrollos de las ciencias sociales y de la comunicación y el periodismo, a los últimos escritos de los pensadores de nuestro tiempo, a todo aquello que siga enriqueciéndonos como buenos lectores y como humanistas, en la filosofía, la literatura y las artes, en el derecho y la historia y en fin en las complejas formas de ver el mundo y avizorar el porvenir para ayudar de algún modo a construirlo y forjar nuestro propio destino. Ante todo, sigo siendo un estudiante, un colega estudiante, un lector, pleno de ánimo, de entusiasmo, de voluntad para seguir adelante en la búsqueda de todo aquello que nos aproxime a la verdad y nos aleje del error, que nos haga buenas personas, mejores personas, dignas de seguir participando en la construcción de una cultura profesional a la que hemos aportado algo de nuestro pensar y hacer a lo largo de tantos años.
Su profesor, amigo y colega,
Juan José García Posada
Mayo de 2018