Con motivo del proyecto de ley que restablece el Estatuto del Periodista y la discusión consiguiente.
Estamos devolviéndonos en el tiempo. Con motivo del
proyecto de ley que restablece el Estatuto del Periodista se ha reactivado una vieja
discusión. Recuerdo cuando debatíamos la propuesta que, al fin, se convirtió en Ley 51 de 1975. Me tocó
participar en diversos encuentros con organizaciones gremiales, facultades y
medios periodísticos, en mi condición, para aquel entonces, de Presidente del
Círculo de Periodistas de Antioquia.
Tomo como base de esta columna lo que he dicho y escrito a propósito
entre colegas y estudiantes.
En aquel entonces logramos un texto que, luego de los
ajustes, correcciones y agregados obvios, fue expedido con carácter legal. La
tarjeta de periodista, aprobada por el Ministerio de Educación, fue un elemento
importante del Estatuto, pero no el único, y a pesar de que se colaron muchos advenedizos.
Incluso se creó, pero nunca se organizó, un cuestionable Consejo Nacional de
Periodismo.
Lo fundamental estaba en que, no obstante los
tropiezos y altibajos del Estatuto, se daba un paso adelante en la
profesionalización: Facultades y escuelas de periodismo alcanzaron acreditación
legal y social. Hubo un período de transición justo y obvio durante el cual
pudieron carnetizarse también los periodistas que, sin ser egresados
universitarios, demostraran, mediante varios requisitos, que tenían la
experiencia, la trayectoria y la solvencia intelectual suficientes para
vincularse con nuestra cultura profesional. Hoy en día, creo que un posgrado
pertinente puede facultar para el ejercicio periodístico.
Casi un cuarto de siglo más tarde, el Estatuto quedó
convertido en letra muerta, por arte de la providencia de la Corte
Constitucional que, mediante la ponencia del magistrado Carlos Gaviria Díaz (mi
recordado gran profesor de Teoría del Estado e Introducción al Derecho en la
Universidad de Antioquia) derrumbó la Ley con argumentos frágiles. En cierta
forma, no del todo, dejó el periodismo a merced de paracaidistas, advenedizos,
aprovechadores y lagartos.
Sigo creyendo en la necesidad de respaldo legal por
medio de un Estatuto, mediante el cual, además, con el Periodismo como disciplina fundante, se consolide la integralidad con la inclusión de la actividad organizacional y las demás áreas de la Comunicación Social. La tarjeta debería ser expedida por agremiaciones,
universidades y medios o empresas, con el cumplimiento de ciertas condiciones.
Sí es importante como identificación, así como se identifican el abogado, el médico,
el psicólogo, etc.
Y no creo, de ningún modo, que tratar de darle entidad
profesional al periodismo pueda constituir atentado alguno contra la libertad
de prensa. Es un error, que incrementa el alto riesgo de utilizar los medios
sin criterio y con detrimento de la credibilidad, graduar de periodista a todo
ciudadano que emita contenidos en Facebook o Twitter, sin filtros razonables:
“Sea usted el reportero”. Se requiere un periodismo independiente, libre,
responsable, que sea guía de perplejos y reivindique el valor de la verdad
amenazado por hordas de mentirosos y manipuladores, enredadores y enredados en
todas las redes.
Versión corregida de la columna publicada en El
Colombiano
el lunes 17 de diciembre de 2018.